Reseña realizada por Lidia Casado
El lobo protagonista prepara una sopa de verdura mientras sueña echarle un poco de carne estofada que le dé sustancia. Y de repente, el estofado llama a su puerta. Solo que aún está vivito y coleando y no será tan fácil convertirlo en jugoso plato como pensaba. Y es que a veces hay cosas que necesitamos más que añadir lujos a nuestra comida.
Este
libro me enamoró desde la primera que lo vi. Y cuanto más lo leo y más
lo cuento, más me gusta. Se le pueden sacar mil matices diferentes: es
divertido, tiene su moraleja entrañable, cambia roles tradicionales,
está escrito con mucho sentido del humor... y cada vez que lo cuento,
sucede algo distinto.
Me encanta el humor que destila y lo entrañables que resultan sus dos
personajes: un lobo y una ovejita que saben aparcar los instintos
primarios que los separan para aprender a estar juntos, convivir e,
incluso, convertirse en amigos. Es el poder del cariño.
A los niños les encanta ese cambio de roles, ese juego que propone el
autor, esas excusas que el lobo va poniendo para no comerse a una
ovejita tan tierna como estofado como como compañía.
Creo que es un cuento muy apropiado para ser contado, porque permite
tanto ceñirse a las maravillosas ilustraciones del libro como añadir
todos los detalles que el contador quiera. A los más pequeños les
encanta sentir el hipo de la ovejita y el miedo del lobo cuando se
arrepiente de sus acciones.
Y quizá también sea una buena excusa para que los niños prueben la deliciosa sopa de verduras especialidad del lobo.
En definitiva, una obra maravillosa, con una historia entrañable y
divertida, que mantiene un constante ritmo y que es imposible que no te
enamore.
Título: La ovejita que vino a cenar
Texto: Steve Smallman
Ilustraciones: Joelle Dreidemy
Editorial: Beascoa
Páginas:32
ISBN: 9788448824549