Reseña realizada por Lidia Casado
Hay libros que son como muñecas rusas: abres una pero dentro hay otra y otra y otra... hasta que llegas a la esencia. Este libro es así: abres una historia y dentro hay otra y luego empieza otra y luego otra y luego otra... y al final, hay mucho más de lo que cuenta.
Pep Bruno nos pone en contacto en esta obra con uno de los hábitos que más suelen gustar a los niños y que más deberíamos luchar por conservar y afianzar los padres: la hora del cuento. En este caso, el autor traslada ese rato de fantasía, previo, aquí, a la siesta, hasta la orilla del mar. Esa elección le dará pie a que los cuentos que Padre cuenta a sus hijos Grande, Mediano y Pequeño para lograr que el sueño les visite estén inspirados en el mundo marino. Pero no es el mundo marino que todos conocemos, es un mundo marino mágico, habitado por gigantes que son amigos de la familia Enorme y capaz de guardar secretos tan inaccesibles para el común de los mortales como cómo se fabrican las olas o por qué los peces son de colores.
Pep Bruno no sólo inventa las historias que Padre cuenta a sus hijos, sino que nos ofrece a los padres con minúsculas un buen método para idear y contar cuentos: si el cerebro de los niños es un baúl mágico que atesora ideas y preguntas nacidas de la ignorancia, de la inocencia, la mirada limpia y de una imaginación que aún no conoce límites, aprovechémonos de esos cerebritos y viajemos con ellos a través de un mundo que sólo sea suyo y nuestro. A partir de una pregunta de cada uno de sus hijos (y de una Madre capaz de cuestionarse la realidad que ve), Padre inventa una historia que responda a esa pregunta y que incluya al niño que la ha formulado entre sus protagonistas. Una buena sugerencia para dejarse llevar por la fantasía, valorar la propuesta o la inquietud de un hijo y potenciar su capacidad crítica, su facultad para preguntarse por lo que sus ojos perciben.
Bruno es un hábil constructor de historias y entreteje las cuatro que sostienen este relato con el cuento marco que sirve de excusa para los demás. Además, echa mano de recursos típicos de la narración, como las fórmulas repetitivas que atrapan al pequeño lector en lo ya sabido e impiden que se escape de la historia, los juegos de palabras o esos fantásticos nombres que dicen mucho más de lo que a simple vista parece.
El maravilloso texto de Pep Bruno se completa con las extraordinarias imágenes creadas por Natalie Pudalov, ilustraciones que no apoyan el texto, sino que lo hacen crecer. En ellas, la autora mezcla los dos planos (real y ficticio, o ficticio dentro de lo ficticio; día en la playa y cuentos para dormir la siesta, en cualquier caso) sin transición, sin distinción, potenciando aún más la sensación de mezcla, de fronteras difusas, de exaltación de la fantasía y de identificación entre quien escucha el cuento y quien lo protagoniza. Pero para descubrir el mundo que nos propone Pudalov será necesario agudizar los sentidos y fijarse bien en lo que nos muestra, porque hay guiños que sólo se pueden ver si uno pone toda su atención.
La siesta de los Enormes es, pues, un hermoso álbum ilustrado, una historia preciosa... pero es mucho más. Es una invitación a jugar, una sugerencia para continuar creando historias y una manera de inculcar un tipo de mirada en nuestros hijos: una mirada que recorre bien lo que ve para no obviar ningún detalle, que no se cansa de hacer preguntas, que disfruta conociendo realidades alternativas, que no ahoga la imaginación y que, al mismo tiempo, es capaz de afrontar el mundo con una capacidad crítica siempre necesaria.
Incluyo el enlace a la página de la editorial en la que se habla de la obra (y que cuenta parte del proceso creativo) y el enlace tanto a la web de Pep Bruno, un gran creador y contador, como a su blog.
Título: La siesta de los Enormes
Texto: Pep Bruno
Ilustraciones: Natalie Pudalov
Páginas: 56
Editorial: OQO editora
Colección: Colección Q
ISBN: 9788498713084